lunes, 19 de septiembre de 2011

Crónica del viaje a Bélgica y Holanda (agosto 2011) - Día 6

Miércoles, 10 de agosto (“Amanece que no es poco”, narrado por Lady Rafi)

Creo que con ese título resumo nuestra primera noche en Amsterdam en las “9 roses”. Los dos apartamentos se repartieron en, 1ª planta realeza y 2ª planta nobleza. Esa noche la nobleza (que en realidad son los únicos que saben divertirse) tuvieron la “noche Party” (no confundir con la fiesta del pijama). Esta fiesta consiste en proveerte de un buen antifaz y tapones a conjunto (para no oírte a ti mismo) y entonces gana el primero que empiece la serenata y que además tenga más variedad de melodías. Eso sí, el lema es “tonto el último”. El ganador fue Sir Peter que se despertó como una “rosa”.

Este día comienza, cual misión imposible, con una ducha tocando lo menos posible y haciendo tiempo para recibir al dueño y comentarle algunas “cosillas”. A punto de irnos, aparece con tazas limpias ahumadas, perdón mohadas y conseguimos un descuento de 50 €, gracias a la condesa de Flandes que apunta maneras de lo que se convertiría más tarde.

En fin, que el día para descubrir Ámsterdam comienza con los ánimos un poco bajos. Pero nuestra suerte va a cambiar al descubrir a la “Jenny”, donde se despiertan otra vez nuestros sentidos y estómagos con los cruasanes, los strudel y el famoso chocolatrón. Ahora sí que Ámsterdam parece que tiene algo bueno que ofrecer y con energías renovadas nos adentramos en esta ciudad de canales, puentes y bicicletas, para ver si hoy nos muestra su cara más amable.

Tras el desayuno callejeamos un poco y llegamos al famoso mercado de las flores “Bloemenmarkt”, un mercado flotante que abre todos los días y donde nos perdemos en sus numerosas tiendas de tulipanes, de quesos con degustación incluida y de souvenirs (En que nos vimos para salir de él).

Sobre las doce seguimos el paseo y descubrimos varias curiosidades; por un lado las bicis, la mayoría maqueadas tanto en pintura como en fundas del sillín y por otro lado las casas que rodean los canales que marean un poco (no son efecto del space cake) ya que tienen la peculiaridad de estar torcidas y hacia delante debido a que en los puntos más elevados, los frontones tienen poleas que antiguamente se usaban para izar mercancías o muebles. Además
tienen grandes ventanales sin cortinas y muy decorados, pudiéndose ver su interior (sólo se tapa el que tiene algo que ocultar). Otra curiosidad es que los Holandeses/as son muy grandes (según Peter, las Cherry holandesas percheronas relinchan por la noche) y además han desarrollado un sentido del equilibrio impresionante. El desfile en bici era para tomar nota: estilo pija con falda y tacón, bohemio, oficinista, estudiante, (un, dos, tres, responda otra vez), embarazada y por último el estilo turista ¡Qué peligro!!!!….

Más tarde visitamos el barrio de las soltericas y beatas, “el Begijnhof (patio de beguinas)”. Se trata de un patio que data de alrededor del año 1300 en el que se alzan típicas casas del estilo de Ámsterdam, incluyendo la más antigua de 1420. El Begijnhof tiene una historia fascinante en la que se incluyen numerosos acontecimientos relevantes, una hermandad católica e incluso
milagros. Al salir nos encontramos con unos mexicanos que alaban a Dios en esta ciudad de perdición (coffee shops, barrio rojo, tiendas de juguetes eróticos, tiendas de telas que parecen lo que no son…).

En nuestro paseo visitamos la zona de tiendas y comercios más chic (donde la Condesa ve los zuecos de su vida) y finalmente llegamos a la zona de la Universidad, donde residen los estudiantes. Cerca de allí vimos un puente elevadizo de madera de los más antiguos y a Peter se le escapa una lagrimilla al descubrir el albergue en el que estuvo alojado la primera vez en la Calle Burglual.

Sobre las dos de la tarde decidimos comer arenque y cerveza, pero tenemos el don de desear lo más difícil y tras varios intentos nuestros olfatos nos lleva a un sitio donde hacen sopas calientes “Soup en Zo” (sí en agosto sopa, pues ése es otro tema, el clima ese día o mejor a esa hora era fresco y con algo de lluvia). Probamos sopa de salmón, patatas con roquefort, champiñones… Muy buenas todas. Terminamos de comer y algunos aprovecharon para comprar unas toallas (no comment). Por la zona se encontraba otro mercadillo, pero este se parecía más a los semanales de España.

Tras tanto andar, decidimos hacer un recorrido en barco por los canales y para eso nos dirigimos a la zona de la estación central donde sacamos los tickets para un paseo de 1 h con varias rutas (o eso entendemos) y para decidir cuál (otra cosica más) nos vemos obligados a ir a una cervecería con su propia fábrica de las que abundan por la zona, su nombre es “Brouwerij de Prael”. La clientela es igual o más antigua que el lugar. Probamos distintos tipos de cerveza que fabrican y alguna con sabor afrutado… Mención especial las palabras del Rey: “no entiendo por qué con una cerveza te dan una pastilla de lavavajillas”. Un secreto; Lord Natio se lleva un recuerdo.

Tras este descanso vamos a la oficina de turismo para preguntar por los viajes de jueves y viernes, así como por la salida del barco de esa tarde de las 7.45, que al final es ruta única. Sobre las 6.30 unos deciden ir a ver los apartamentos para ver si están limpios (qué ingenuos somos) y otros (los infantes y los lores) vamos a visitar el barrio favorito de los Amsterdameses, digamos que las calles son más tranquilas y el ambiente más bohemio con pequeños restaurantes muy cuidados (no mirar precio).

Sobre las 7.30 quedamos en la estación central y esperamos para montar en barco, como somos tan ilusos pensamos que por 6.5 € nos daban la cena acompañada con champán, luego pensamos que igual eran sólo unas pataticas, pero se nos abrieron los ojos cuando en cuestión de segundos pasamos de 1ª a 3ª: un paseo todos amontonados y con discurso enlatado. Eso sí, a nuestro lado se sienta una china muy maja con la que entabla conversación Sir Peter. Del recorrido destacar alguna zona que no habíamos visto de los muelles y alguna de las casas más antiguas de Amsterdam.

Por último y para finalizar el día que se pone lluvioso, decidimos cenar en un griego y allí nos toman el rajopelo turístico, de tener menú a no quedar cuando pedimos. Pero para no terminar la jornada con mal sabor de boca decir que esa noche resurge Susana “la negociator”, tras un rajonegocio encarnecido con el dueño de los apartamentos consigue descuento de 30 € al día a cambio de no tocar nada de ese estupendo desayuno que nos ofrece. Aceptamos el trato con un gran aplauso incluido a esta gran dama de la negociación que no pierde los papeles ni en los momentos más críticos. También agradecer a todos las aportaciones en este día; unos por sus traducciones (Lola, Javi, Pedro), otros por su buen guiar (Victor, Ignacio), otros por su buen recordar y buscar (Belén, Raúl y Pedro) y en general por el buen humor y la mucha paciencia. Gracias a todos.

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