miércoles, 1 de mayo de 2013

Arruis en la niebla

Un aguerrido grupo de exploradores, compuesto por el guía Miguel, Victoria Stanley, Irene Livingstone, el fotógrafo Miguel Díaz, los porteadores Javi Redondoverte, Pedro y Mati más la misionera Ana Mansilla, parten en busca del mítico arce de Montpellier (Acer monspesulanum), especie de la que se rumorea que quedan unos pocos ejemplares en lo alto de Morrónmanjaro, la montaña más alta del noroeste de África (Aclaración geográfica: Según los gabachos, "Africa commence dans les Pyrénées").

Nuestros 8 protagonistas emprenden el viaje en una mañana lluviosa, serpenteando por estrechas carreteras en las que se cruzan con lo que en la distancia parecen pelotones de ciclistas pero que, al acercarse, resultan ser enormes manadas de ñus, gacelas y bisontes. Llega un momento en el que los vehículos todoterreno con los que ha partido la expedición no pueden seguir avanzando, la senda se estrecha y empina tanto que es imposible para ellos continuar. Así que los coches quedan abandonados en un paraje conocido como LaPerdh-itz, confiando con encontrarlos a la vuelta de la expedición.

La subida al monte Morrónmanjaro se inicia por un antiguo cortafuegos (del que las leyendas afirman que conduce a las míticas minas del rey Victormón) hasta enlazar con la senda del Kha-Ra-Khol, donde una misteriosa y espesa niebla hace acto de presencia, dificultando aún más la ascensión, las brújulas se vuelven locas, los GPS marcan indicaciones absurdas (¡¡dicen que los expedicionarios se encuentran en Sierra Espuña!!), los móviles no tienen cobertura, ... Afortunadamente, los años de experiencia del guía Miguel en Katmandú, los Andes y los Garres permiten a nuestra brava expedición culminar los 14.440 decímetros del monte Morrónmanjaro hacia las 13:00, tomando un frugal avituallamiento mientras la llovizna cae pertinaz sobre los chubasqueros de nuestros héroes.

Debido a lo espeso de la niebla (grado "no se ven tres watusis en un elefante"), la expedición decide abandonar la búsqueda del mítico arce y retroceder hasta LaPerdh-itz. En la vuelta al campamento base, algo se vislumbra en la lontananza, los misteriosos arruis, que se alimentan de las hojas de los arces de Montpellier. Siguiendo el rastro de sus excrementos (sé que los lectores lo están esperando, pero no vamos a entrar en detalles escatológicos) el grupo llega a un pequeño barranco, en el que Victoria Stanley pronuncia una frase que quedará para la posteridad de las expediciones botánicas:

- "¡Irene Livingstone! Éstos son arces de Montpellier, supongo"

Y en efecto, arces de Montpellier eran. Tras tomar las oportunas muestras (fotográficas) y celebrar alborozados (me encanta la palabra "alborozado") el éxito de la expedición, el grupo continúa su vuelta a casa siguiendo la conocida como "ruta del ocho"...

Pero una última sorpresa aguardaba a nuestros protagonistas, entre las brumas vespertinas empezaron a escuchar los gritos de guerra de un elevado contingente (72 miembros y miembras, nada más y nada menos) de la tribu huk-am. Afortunadamente, los conocimientos filológicos de Ana Mansilla (que ha tratado con tribus similares, como los um-uh) sacaron a nuestros héroes del atolladero, lograron platicar amistosamente en guachi-guachi-hili con la tribu huk-am, cuyo líder les indicó cómo llegar a una ruta ancestral (conocida como "Kah-rretera") que les llevaría raudos hasta LaPerdh-itz, donde encontraron sus vehículos, así como un pequeño poblado donde pudieron degustar la gastronomía típica (café, pimientos rellenos y carne de jabalí, ríete tú del Celler de Can Roca).

Aparte del mítico arce de Montpellier, Irene Livingstone identificó, entre otros, los siguientes hierbajos:
- Limodorium abortivum
- Prunus prostrata, encontrado a lo largo del barranco, un arbusto rastrero con una floración rosa tan llamativa. Es el hermano menor del almendro o Prunus dulcis.
- Cojín de monja o asiento de pastor (según quién se lo dedica a quién...), cuyo nombre científico es Erinacea antillis. Es una leguminosa o fabácea (de la familia de las legumbres que todos conocemos bien), cuya flor es muy caracteristica de este grupo.
- Gladiolus illiricus, que se pudo observar en la subida al Morrónmanjaro.
- Vara de San José o Asphodelus , que acompañó a la expedición todo el viaje con su bonita flor y sus anécdotas, que deberán ser contadas en otra ocasión.

Arruis en la niebla (Público)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Vaya fotos!, ¡vaya detalles botánicos! y ¡vaya crónica!. Y pensar que estuve apunto de perdérmela.
A pesar de la niebla, el listón de la excursión se ha puesto a gran altura. Muchas gracias a la organización.

Irene dijo...

AGRADECIMIENTOS: Felicito al explorador adjunto Pedro Reverte, que tan bien ha documentado esta odisea que yo quizá hubiera titulado "rajogorilas en la niebla" o "qué más da 8 que 80". Gracias a Miguel Shackelton por haber guiado tan sabiamente al grupo. Y al resto del equipo por su buen humor y buena disposición ante la adversidad. ¡A por el Rajoncagua!